PUERTO PRÍNCIPE (AP). El expresidente de Haití Jean-Bertrand Aristide ha recuperado protagonismo político en la campaña presidencial y hay quienes piensan que la figura más divisiva de la accidentada política haitiana se posiciona para recuperar poder si gana su partido.
El regreso de Aristide apoyando a una aliada ha motivado a sus simpatizantes en barrios pobres, que ven al exsacerdote de los humildes como una figura casi mesiánica que luchó por los marginados del país.
“¡Es el rey de reyes! Verle de nuevo en la calle es como estar en el paraíso”, dijo Jhony Narcisse, residente en una barriada de Puerto Príncipe, mientras corría para seguir el ritmo a la caravana de Aristide durante un mitin reciente.
Aunque Aristide, que accedió a la presidencia dos veces por las urnas y en ambos casos fue derrocado, dijo que no se centraría en la política a su regreso del exilio en 2011, ha hecho una enérgica campaña por Maryse Narcisse, candidata a la presidencia de su partido Fanmi Lavalas. Aunque no se postula a cargo alguno, ha ofrecido discursos y saludado a seguidores que lo adoran desde una caravana que recorre el país.
En un discurso reciente que ofreció desde el techo desmontable de una camioneta, declaró que Lavalas construirá viviendas para los pobres si Narcisse, una de los 27 candidatos en los comicios del 9 de octubre, resulta elegida.
“No vamos a construir pequeñas jaulas para pájaros. Vamos a construir casas”, dijo Aristide ante los vítores de la multitud.
Algunos ven en esas declaraciones un indicio de que no se quedaría en un segundo plano durante una presidencia de Narcisse.
“Está claro que una victoria permitiría a Aristide gobernar desde la sombra”, dijo Henry Carey, experto en Haití y profesor de ciencias políticas en la Universidad Estatal de Georgia.
Aristide se convirtió en una figura global de resistencia en 1986, cuando era un sacerdote de barriada conocido por su encendida retórica y lideró un movimiento popular que derrocó al detestado dictador Jean-Claude “Baby Doc” Duvalier en 1986. Fue elegido presidente en 1990, expulsado por un golpe militar un año más tarde y reinstaurado en el poder por Estados Unidos en 1994 para cumplir el resto de su mandato. Como abanderado de los pobres y defensor de la izquierdista teoría de la liberación, despertó un odio feroz en miembros de la elite, que trabajaron para derrocarlo.
Fue reelegido en 2000 en medio de una baja participación y un boicot opositor, y fue derrocado cuatro años más tarde en una rebelión en todo el país liderada por rivales vinculados con la elite y el antiguo régimen de Duvalier. Sus detractores lo acusaron de no cumplir sus promesas de ayudar a los pobres, permitir una corrupción alimentada por el narcotráfico e idear ataques contra sus rivales con pandillas armadas.
Aristide pasó siete años en el exilio en Sudáfrica tras su derrocamiento en 2004. Fue recibido por multitudes entusiastas a su regreso a Haití en 2011, pero hasta este año se había mantenido en un discreto segundo plano.
Un candidato necesita superar el 50% de los votos para ganar directamente en los comicios del mes que viene. Eso es improbable con tantos candidatos. Los analistas creen que Narcisse, gracias en parte a Aristide y los que siguen siendo fieles a su partido, tiene una posibilidad de ser una de los dos más votados y avanzar a una segunda ronda. Narcisse fue cuarta en la primera ronda del año pasado, anulada más tarde entre acusaciones fraude.
En una entrevista con Associated Press, Narcisse dijo que agradece la ayuda de Aristide en su campaña y que le consideraría como un valioso asesor si gana, aunque no está interesado en un puesto en el gobierno.
“Estoy muy contenta de que esté aquí. Es un líder carismático”, dijo. “La población le escucha. Hay una relación de amor entre los haitianos y él”.
Narcisse no es la única candidata con lazos con el expresidente.
También se presenta Jude Celestin, con el apoyo de Rene Preval, un ex protegido de Aristide que sirvió como presidente en 1996-2001 y de nuevo entre 2006 y 2011. Otras personas que estuvieron muy vinculadas al movimiento Lavalas, como Mosie Jean-Charles y Jean Henry Ceant, son ahora candidatos a la presidencia por otras plataformas que han creado.
Aunque es fácil encontrar simpatizantes fieles a Lavalas en los barrios que fueron bastiones de Aristide, en torno a un tercio de la población haitiana tiene menos de 15 años y sólo conoce su imagen por los carteles o retratos vendidos en las aceras. También hay votantes en esos barrios pobres que lo ven como una figura decepcionante del pasado.
Ravix Fadius, un plomero con tres hijos que se mudó hace poco a la choza de su madre porque no encuentra empleo estable, dijo que Aristide es sólo otro político que puso varias veces sus intereses por delante de los del pueblo.
“Aristide y Lavalas tuvieron sus oportunidades de mejorar las cosas y no lo hicieron”, dijo a las afueras de la barriada costera de Cite Soleil, en Puerto Príncipe, donde la gente vive en filas de endebles cabañas. “Uno no puede construir una alcantarilla y decir que es un pueblo”.
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