LA HABANA (AP) — Dejando atrás sus profundas diferencias, el presidente estadounidense Barack Obama y el cubano Raúl Castro se sentarán el lunes en el Palacio de la Revolución de La Habana para un encuentro histórico, ofreciendo pistas importantes sobre si el drástico cambio de Obama en su política se verá correspondido.
Para Obama, no hay mejor lugar que La Habana para mostrar que la implicación puede hacer más que el aislamiento para conseguir cambios tangibles en la pequeña nación comunista. Pero para los cubanos, la cuestión clave es si su propio gobierno está dispuesto a demostrar que la ambiciosa apertura diplomática es algo más que palabras.
Obama inició el domingo la primera visita presidencial estadounidense a Cuba en casi 90 años cuando el Air Force One aterrizó en La Habana. Paseando por las grandes plazas de adoquines de La Habana Vieja con su esposa, Michelle, y sus hijas Sasha y Malia, Obama creó una imagen imborrable para cubanos y estadounidenses en el acercamiento que él y Castro buscaron con prudencia pero persistencia.
«Es el momento adecuado», dijo Obama en una entrevista con ABC cuando le preguntaron por qué lanzaba ahora la iniciativa con Cuba.
«Obviamente, nuestra intención siempre ha sido poner la pelota en movimiento», señaló, «sabiendo que el cambio no se produciría en una noche».
En una entrevista con David Muir, el presidente estadounidense admitió que «aún tenemos diferencias significativas en derechos humanos y libertades civiles», pero alegó que hacer el viaje en este momento «maximizará nuestra capacidad de fomentar más cambio». Obama admitió que Raúl Castro gobierna «lo que aún es un estado de un partido» que ejerce un gran control sobre su población y sofoca la disidencia.
El presidente también reveló que tiene previsto anunciar durante su visita que Google ha hecho gestiones para mejorar el acceso a internet en la isla.
Desde luego, Estados Unidos y Cuba trabajan más estrechamente ahora que en cualquier momento desde que las relaciones bilaterales se deterioraron durante la revolución cubana de 1959. Pero si bien cada vez más estadounidenses acuden a Cuba, los nuevos lazos aún no han traído el cambio que muchos cubanos esperaban tras las medidas de Obama y castro para normalizar los lazos hace 15 meses.
Desde que asumió el poder en 2008, Raúl Castro ha orquestado reformas económicas y sociales con un impacto amplio y duradero, aunque para muchos cubanos y extranjeros parecen materializarse despacio. No sólo hay cientos de miles de cubanos que ahora pueden crear empresas, sino que se han suavizado las restricciones sobre celulares e internet y los ciudadanos se sienten más libres de hablar sobre los problemas del país.
Pero Castro ha cedido poco terreno cuando se trata de cambiar el sistema monopartidista de Cuba o de suavizar los estrictos controles sobre los medios, el derecho a asamblea y la disidencia política. Su gobierno también ha reiterado las críticas a Obama por decir que quería dar poder a los cubanos.
Nada de eso ha disuadido a Obama que insiste en que la intransigencia del gobierno cubano sólo demuestra por qué los cubanos estarán mejor cuando se vean expuestos de cerca a los valores estadounidenses.
«Que Dios quiera que esto sea para bien para todos los cubanos. Me parece que Obama quiere hacer una obra buena antes de irse», dijo Odilia Collazo, una mujer de 79 años que vio en la televisión cubana la llegada del mandatario.
Obama llegó a La Habana con la esperanza de que su visita inste a Castro a ofrecer gestos de buena fe y cambio significativo, lo que socavaría a las voces críticas que acusan a Obama de postrarse ante un gobierno autoritario. Aunque Cuba ha autorizado que las cadenas hoteleras estadounidenses Starwood y Marriott operen en el país y ha levantado las cuotas por cambiar dólares estadounidenses, esos pasos palidecen ante las amplias reformas de Obama para reducir décadas de restricciones estadounidenses.
En su primer día completo en Cuba, Obama tenía previsto colocar una corona floral ante el monumento a José Martí, un héroe cubano de independencia, antes de acudir a las oficinas presidenciales de Castro. Tras una serie de reuniones, los dos líderes tenían previsto dirigirse a la prensa. Los intentos de la Casa Blanca de que Castro accediera a una rueda de prensa conjunta parecieron infructuosos, y no estaba claro si aceptarían preguntas.
Castro parece gestionar de forma estrecha e intensa lo que supone el cambio más importante en la política exterior cubana desde la Guerra Fría. Aunque los asesores de Obama han minimizado las expectativas ante el encuentro, las declaraciones de Castro junto a Obama serán escrutadas en busca de indicios de si responderá a la apertura de Obama con cambios importantes en su país.
Obama también tenía previsto un acto con emprendedores estadounidenses y cubanos dirigido a impulsar el incipiente sector privado de Cuba. Por la noche será homenajeado con una cena de estado, un honor que muestra lo lejos que han llegado Washington y La Habana pese a sus profundas diferencias ideológicas.
Su visita continuará el martes con un importante discurso que según las autoridades cubanas se emitirá por televisión. Antes de salir hacia Argentina, Obama tenía previsto reunirse con disidentes políticos y asistir a un juego entre los Rays de Tampa Bay, de la Major League Baseball estadounidense, y la apreciada selección cubana de béisbol.
En sus primeras horas en la isla, Obama creó imágenes para el recuerdo de una nueva relación entre los dos países, al caminar por las calles de La Habana mojadas por la lluvia y cenar en un restaurante de propiedad privada en un bullicioso barrio obrero. Multitudes entusiastas aparecieron al paso de su protegido convoy, en un recordatorio del profundo afecto del pueblo cubano por los estadounidenses pese a las décadas de enemistad entre sus gobiernos.
Sin embargo, en un claro recordatorio de que las aspiraciones de Obama sobre mejoras en derechos humanos en Cuba aún están por realizar, un grupo de manifestantes contrarias al gobierno fueron detenidas mientras el Air Force One viajaba hacia Cuba, una escena que se produce cada semana en la Habana. Se esperaba que miembros del grupo Damas de Blanco, uno de los grupos opositores más destacados de la isla, acudieran al encuentro de Obama con disidentes cubanos.
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