Iván Duque gana presidencia de una Colombia dividida

BOGOTÁ (AP) — Iván Duque, el candidato conservador de derecha y joven pupilo del poderoso expresidente Álvaro Uribe, fue electo el domingo como el próximo presidente de Colombia en un momento en el que el país implementa un frágil acuerdo de paz con la desmovilizada guerrilla de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC).

El abogado de 41 años obtuvo 54% de la votación mientras que el exguerrillero izquierdista Gustavo Petro logró 41% en una combativa elección que dividió a muchos colombianos.

Duque ganó la presidencia prometiendo cambios al acuerdo logrado en 2016 con las FARC, pero asegurando qué no quiere transformar el documento en “trizas.”

“Esa paz que añoramos tendrá correcciones para que las víctimas sean el centro del proceso y garanticemos verdad, justicia y no repetición”, dijo Duque en un discurso público en Bogotá tras enterarse de los resultados.

El presidente electo prometió unificar al país en torno a objetivos como el desarrollo de las zonas más pobres y violentas de Colombia, y aseguró que en su gobierno no existirán venganzas ni represalias. “Se trata de mirar hacia el futuro por el bien de todos los colombianos”, aseguró.

El nuevo presidente tomará las riendas de un país que aún está superando las secuelas de la guerra y que aún lucha por frenar la violencia relacionada con el tráfico de drogas.

Los antiguos rebeldes de las FARC han tenido dificultades para reinsertarse en la vida civil en un país donde mucha gente aún no está lista para perdonar. Por otra parte, las más remotas áreas del territorio nacional aún están bajo el control de grupos criminales.

Patricia Muñoz, profesora de ciencias políticas de la Universidad Javeriana en Bogotá, dijo que la victoria de Duque será “una prueba importante” para el naciente proceso de paz con las FARC.

Más de 19 millones de personas, aproximadamente el 52% de los electores, participaron en la primera elección presidencial en Colombia desde qué se firmó el acuerdo. Dado que el país se ha distinguido por sus altas tasas de abstención electoral, las autoridades consideraron esta cifra como una “participación histórica.”

La primera y segunda ronda de este proceso electoral estuvieron marcadas por el debate sobre el acuerdo de paz, pero también destacaron otros temas como la corrupción y la creciente inequidad social.

Petro interesó a los electores más jóvenes y llenó plazas alrededor del país con sus electrizantes discursos en los que prometió mejorar la vida de los colombianos más pobres y excluidos. Y aunque el exguerrillero –quien en su juventud fue miembro del Movimiento 19 de abril, más conocido como M19, una organización guerrillera insurgente– no fue capaz de superar a Duque en la contienda, su candidatura marcó un hito para la izquierda en Colombia, cuyos candidatos nunca habían estado tan cerca de la presidencia. Por el contrario, las elecciones en el país andino han sido históricamente dominadas por candidatos de talante conservador, que con frecuencia pertenecían a las familias más poderosas de Bogotá.

Poco después de que se conocieran los resultados electorales, el candidato de izquierda se dirigió a sus seguidores y aceptó su derrota.

Frente a cientos de colombianos que coreaban la palabra “resistencia”, Petro prometió hacerle oposición a Duque y defender el acuerdo de paz. “Esta vez no fue”, dijo el candidato de izquierda. “Pero no estamos quejumbrosos ni lloriqueando.”

El proceso de paz en Colombia terminó con una guerra de cinco décadas que dejo unos 250,000 muertos. Más de 7,000 guerrilleros entregaron sus armas el año pasado y comenzaron nuevas vidas como granjeros, líderes comunitarios y hasta periodistas. Los antiguos rebeldes también formaron un nuevo partido político y tendrán diez curules en el Congreso.

No obstante, la paz de Colombia aún es frágil y Duque ha prometido hacer cambios al acuerdo qué garanticen “paz con justicia”.

Con una reforma constitucional o por decreto, el futuro presidente podría intentar negarle la participación política a exguerrilleros que hayan cometido crimines de guerra hasta que reparen a sus víctimas y cumplan sentencias penales.

El acuerdo actual permite qué los viejos rebeldes eviten la cárcel con tal de que colaboren con un tribunal de justicia transicional. Muchos colombianos rechazan este aspecto del documento.

“Es un mal ejemplo”, dijo Felipe Ramírez, un veterinario de 29 años que votó por Duque el domingo. “Hay otras bandas criminales (en Colombia) que van a querer el mismo trato.”

Los críticos de Duque dicen que sus esfuerzos para cambiar el acuerdo podrían minar la confianza entre el gobierno y exguerrilleros y atentar contra la paz naciente.

Duque es el hijo de un exgobernador de provincia que también fue ministro de Energía. Sus amigos dicen qué desde niño soñaba con ser presidente.

El sucesor del actual presidente Juan Manuel Santos estudio derecho e inicialmente ingresó en el sector público como consejero de Santos, que en aquel entonces era ministro de Finanzas.

Poco después, Duque se mudó a Estados Unidos y pasó más de una década trabajando en el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), primero como representante de los países andinos y después como jefe de la división cultural. En esa época conoció a Álvaro Uribe, un hombre que es amado pero también detestado por millones de colombianos. Uribe le pidió a Duque que fuese su asistente en la Universidad de Georgetown, donde el exmandatario (2002-2006 y 2006-2010) fue invitado a dictar un curso. Duque también ayudo a Uribe a escribir su autobiografía.

La vida tranquila de Duque en Washington terminó en 2014, cuando Uribe le pidió que se presentara a la lista al Senado de su partido, Centro Democrático. En el Senado Duque fue conocido como un legislador que se enfocó en temas de seguridad, presentó debates bien sustentados y generó relaciones respetuosas con colegas que no compartían su misma ideología.

Rápidamente, Duque subió el escalafón de su partido y sólo cuatro años después de ganar un escaño se convirtió en candidato presidencial. Por lo mismo, el rápido ascenso le ha hecho blanco de críticas.

A lo largo de su campaña presidencial, Duque fue cuestionado por su juventud y sus críticos argumentaron que sería poco más que un títere de Uribe, a quien la Constitución le prohíbe ejercer otro periodo presidencial.

Con poco capital político propio, después de ser solo senador por un periodo, aún quedan preguntas sobre cuanta influencia tendrá Uribe en el nuevo presidente.

Aunque millones de colombianos elogian a Uribe, otros sostienen que su presidencia fue empañada por violaciones a los derechos humanos. Si bien logró estimular la economía y debilitar a los grupos ilegales armados, dirigió el gobierno en una época en que oficiales militares mataron a miles de civiles y vestían a los cadáveres como si fueran rebeldes para inflar el total de muertos a cambio de vacaciones y bonos salariales.

En contraste, los seguidores de Duque argumentan que él trazará su propio camino.

En otros temas, hay quien tema que Uribe use su influencia sobre Duque para entorpecer procesos penales en su contra. El expresidente actualmente enfrenta cientos de procesos penales por violaciones a los derechos humanos e incluso una investigación enfocada en los posibles nexos de su hermano con grupos paramilitares de extrema derecha.

En su discurso de concesión, Petro instó a Duque a deslindarse de Uribe y las fuerzas más “anacrónicas” de la política colombiana.

“No vamos a permitir que retrocedan a Colombia hacia la guerra,” dijo ante sus seguidores.

“No vamos a retornar a la violencia.”

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