La iglesia protestante actual necesita ser reformada

Por: Alexis Rodríguez

Reflexión sobre la necesidad de una nueva reforma para corregir abusos y malas prácticas en el seno de las iglesias protestantes actuales

A propósito de celebrarse en octubre el aniversario de la Reforma Protestante del siglo XVI, cuando el monje Martín Lutero clavó sus 95 tesis en la puerta de la Catedral de Wittenberg, Alemania, denunciando los gravísimos errores y enseñanzas sin fundamento bíblico que enseñaba la iglesia tradicional a la que él pertenecía, creando un impacto que revolucionó la mentalidad de los cristianos y la sociedad mundial, aprovechamos para reconocer la urgencia de una reforma interna en las iglesias protestantes.

Hoy en día, pareciera como si la iglesia protestante, que nació con Lutero en contra de tantas enseñanzas antibíblicas, volviera a practicar esas aberraciones por las cuales urgió la Reforma Protestante en ese tiempo; ahora peor y más desafiante aún, porque ya no se necesitan ordenamientos eclesiásticos oficiales, pues ahora se autodenominan «Ministros» de la Palabra de Dios, con títulos de apóstoles y profetas.

La gran mayoría de estos hombres, y hasta mujeres, que ostentan estos títulos, incluyendo pastores, evangelistas, maestros, influencers y cantantes, se han convertido en verdaderos mercaderes de la fe, vendiendo a diestra y siniestra las bendiciones que dicen portar (así como se vendían las famosas indulgencias).

Para muchos de estos pseudo-apóstoles y profetas, sus propias enseñanzas están por encima de la revelación de Dios en la Biblia. De eso hacen alarde, y lo penoso es que sus ingenuos seguidores les creen y lo replican.

Con estas enseñanzas erróneas, infundadas, manipuladas, distorsionadas, producto de malas interpretaciones, se han hecho ricos, multimillonarios, luciendo toda clase de lujos, sin detenerse a emular al Maestro que a veces en sus prédicas y alocuciones suelen mencionar.

«Mi pueblo perece por falta de conocimiento» es una porción revelada en las Sagradas Escrituras que se evidencia constantemente en estos últimos tiempos que nos ha tocado vivir en este siglo XXI. Este desconocimiento comienza en muchos de los que, «en el nombre de Jesús», están «liderando» en la actualidad.

Hoy se venden milagros, se perdonan pecados, se enseña a hablar en lenguas, a orar para que la gente caiga al suelo y así aparentar «la unción» que se porta; se promueven figuras y nombres, se realizan actividades porque sí.

El cuerpo de Cristo está fraccionado en un millón de pedazos, cada quien jala para su lado, buscan controversias innecesarias, compiten unos con otros, y muchos ingenuos corren tras estos pseudo-cristianos como los que corren tras brujos y hechiceros.

El eclecticismo religioso ha permeado la mentalidad de muchos de los «líderes protestantes» de hoy, a tal grado que pareciera que enseñan lo que ni ellos mismos en el fondo creen. Fariseos modernos, que de labios dicen amar a Dios, pero en la práctica lo niegan.

Sepulcros blanqueados, que aparentan ser una cosa, pero en su interior están llenos de mosto y rapacidad, como lo revela Jesús en su Santa Palabra.

En abusadores de la gracia se han convertido muchos de estos pseudo-apóstoles y profetas; incluyendo pastores, evangelistas, maestros, influencers y cantantes.

Por lo tanto, urge una nueva reforma protestante, y es el liderazgo serio, comprometido verdaderamente con el Reino de Dios, el responsable de protestar en contra de las malas prácticas y los abusos que se vienen cometiendo al interior de las iglesias protestantes.

Necesitamos reformarnos nosotros mismos para que la Palabra de Dios siga corriendo y siga siendo glorificada hasta que la tierra sea llena del conocimiento de Dios y nos acerquemos personal y confiadamente al trono de la gracia de Dios para alcanzar el oportuno socorro por medio de nuestro Señor y único Salvador Jesucristo, el Rey de reyes y Señor de señores.

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