Ser Fiscal: Es vocación de servicio

Una reflexión sobre la entrega, el compromiso y los desafíos de ejercer la carrera del Ministerio Público en la República Dominicana.

En días pasados asistí a la presentación de 133 abogados que inician su proceso de formación en el Instituto de Educación Superior Escuela Nacional del Ministerio Público (IES-ENMP). Centro de altos estudios de donde hace 19 años egresé como fiscal miembro de la carrera del Ministerio Público.

Participar de dicha actividad, me motivó a actualizar unas notas que había redactado y que se relacionan con la ocasión.

La Constitución de la República Dominicana y la Ley Orgánica del Ministerio Público núm. 133-11, señalan los requisitos para la designación, las funciones y las responsabilidades de los miembros del Ministerio Público; formalidades que, de alguna manera, reflejan el deber ser de los miembros del órgano acusador del Estado.

Así mismo, la Constitución refiere, a partir del artículo 169, el régimen de la carrera y la conformación de su órgano de gobierno interno.

De su lado, la citada ley orgánica establece los derechos y obligaciones de los miembros del Ministerio Público, su sistema de gestión, el método de ingreso por concurso público, el régimen de ascensos, la evaluación del desempeño, el modelo educativo de capacitación continua, los principios fundamentales del ejercicio del fiscal, tales como el de objetividad, el de transparencia, entre otros.

Estos elementos articulados forman el sistema de carrera que nos rige, lo cual constituye un proceso institucional en desarrollo, con retos importantes de camino a la definitiva independencia, tanto del miembro como del órgano.

No obstante, estos conceptos, la práctica de casi 20 años de ejercicio me ha permitido identificar rutinas básicas, pero exigibles para que la función de representante de la sociedad cumpla su cometido legal y social.

Como servidor público, el fiscal gravita de manera permanente en el accionar de los ciudadanos, durante su recorrido, fruto de sus funciones, traslados y responsabilidades, el fiscal enfrenta adversidades, genera confrontaciones, pero también cosecha respeto, cariño sincero y amistades verdaderas que, sin buscar ventajas, apuestan al funcionario correcto, al ciudadano ejemplar, a quien resuelve problemas.

Ser representante del Ministerio Público implica tener un horario fijo de ingreso para el inicio de las labores, pero la salida está sujeta a la gravedad de las tareas asignadas, al volumen de trabajo y a la carga operativa, pues los horarios de salida verdaderamente son inciertos; además, debe permanecer localizable durante la jornada laboral y fuera de ella, a través de la línea telefónica y la mensajería instantánea, para responder a cualquier requerimiento del servicio y según la naturaleza de sus funciones.

En lo económico, como fiscal se vive de forma modesta, sin estridencias y sin excesos. Quien pretenda hacerse de fortunas o competir con personas pudientes ha escogido la carrera equivocada.

Sin embargo, aunque como fiscal no podemos vivir llenos de lujos, ni tener una vida superflua, sí podemos generar satisfacciones colectivas e individuales para una comunidad particular o la sociedad en general, la cual anhela tranquilidad y exige que se aplique la justicia de la manera correcta.

Ser fiscal es ofrecer acceso oportuno a la justicia, acercar el oído a una víctima, intuir cuándo un testigo está mintiendo o se está confabulando, comprobar cuándo un imputado está en indefensión.

Ser fiscal es servir por vocación, lo cual se consolida con el tiempo, pero sobre todo se consagra, se hace notar con transparencia, formación, disposición, compromiso y entrega a toda hora.

De igual manera, el ejercicio de esta profesión trae consigo una constante exposición al peligro.

El daño a la integridad física de los fiscales siempre está latente; y es que los fiscales practican allanamientos, muchas veces de madrugada, sabiendo que detrás de una puerta o pared puede estar el arma letal que los agreda; investigan con valentía y litigan sin miedo procesos de alto riesgo.

En ese sentido, la función de ser fiscal es como una responsabilidad privilegiada, que por supuesto tiene más de responsabilidad que de privilegio.

Ser representante del Ministerio Público y ejercerlo con responsabilidad significa, mantenernos alejados de cualquier viso de complicidad con el crimen, ejerciendo la dirección funcional de la investigación por ante los organismos auxiliares, con carácter, determinación y entereza.

La relación del fiscal con los miembros de los organismos de investigación del Estado debe ser siempre de respeto, trabajo en equipo y de acompañamiento permanente.

Ser fiscal es un oficio que se ejerce sin tiempo, sin excusas y sin compromisos más allá de los que establecen la Constitución y las leyes; aunque en nuestro entorno se generen deudas que nunca se pagan, pues el tiempo que le quitamos a familiares y amigos nos lacera el alma.

Cuando salimos de nuestras casas hacia el trabajo debemos ir lo suficientemente conscientes de las actitudes que definirán la impresión del usuario con el servidor público y con la institución.

En primer lugar, la calidad y el servicio como pilares que definen la relación del servidor público con el usuario, es que quien asiste a una fiscalía a poner en conocimiento una noticia criminal lo hace no por gusto, sino por una necesidad, que por demás la debe suplir una entidad pública que tiene el monopolio de ese servicio, lo que indica que el acompañamiento es único, obligatorio y gratuito.

El usuario no tiene otras opciones, como sucede con los servicios que ofrece el sector privado.

En segundo orden y más allá del resultado de una investigación, el usuario del servicio público inmortalizará la imagen institucional en función de los buenos o malos tratos de quien lo haya atendido; nadie se resiste al cuidado, a la buena cara, a la empatía, de ahí que, resulte mandatorio que en el desarrollo del ejercicio diario de representantes del Ministerio Público, motivemos a nuestros colaboradores a atender, recibir y despedir a los usuarios con amabilidad y cortesía, utilizando frases simples, pero valiosas, como: buenos días, buenas tardes, en qué le sirvo.

¡Nobles fiscales, cumplan sus sueños!, la patria y la institución los necesita y espera, recuerden que esta es una carrera de resistencia no de velocidad, nunca olviden que deben agotar sus procesos, hacer su fila.

Aunque la seguridad ciudadana es un asunto de todos, la persecución penal es un asunto del fiscal, por lo tanto, estamos en el deber de ejercerla, respetando la Constitución y las leyes, pero sin vacilaciones, sin miedo y con la convicción de que legaremos un mejor país, una mejor institución y una generación comprometida con la convivencia pacífica de los pueblos.

Osvaldo Antonio Bonilla Hiraldo
Miembro del Ministerio Público
5/9/2025

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